La progresiva sonoridad del oriente.

Historias escuchadas de la selva peruana. 1989–2024.

En qué momento se me ocurre escribir un libro, como si no tuviera ya muchos proyectos por terminar. Puede que este impulso ocurra, cuando ha pasado algún acontecimiento que se necesite contar, el temor de que algo se pierda en el olvido, la necesidad de compartirlo o por el simple hecho de disfrutar escribiendo. A mis treinta y cinco años he andado por la vida buscando hacer cosas excepcionales trabajando en proyectos de innovación de todo tipo pero nunca me plantee seriamente escribir un libro. El último recuerdo de intento de escribir algo así fue a mis 9 años. En ese texto escribía todo lo que estaba viviendo, recuerdo que el impulso inicial fue por un hecho traumático de ver un embargo en mi casa porque mi padre no pudo pagar una deuda, de alguna manera fue un intento de entender lo que estaba pasando en ese mundo adulto tan confuso. Lo hice en un folder con hojas grandes, el nombre era algo como “las cosas del bien y las cosas del mal”, tenía un dibujo hecho a mano y como muchas de las cosas que terminaban por ahí desaparecieron por el impulso de mi madre de eliminar todo lo viejo.

Semilla de árbol en la reseva de Pacaya Samiria

Ahora el impulso de escribir se mezcla con mi impulso de plantar árboles, dos de los consejos más trillados y repetitivos que cualquier humano puede hacer, pero justamente me parece que en lo más sencillo del consejo hay mucha sabiduría y terminan siendo muy significativos. Mi necesidad de contar cosas, quizás sea un síntoma de volverse mayor o un intento de encontrarle sentido a muchas historias que he escuchado en la selva. De momento sé que solo es una muestra de agradecimiento a esas personas que compartieron historias, anécdotas y reflexiones que han atravesado mi vida personal y profesional.

Llevo más de treinta y cinco años yendo y viniendo a la selva por meses, días o semanas y poco a poco me doy cuenta que esta es mi forma de habitarla. Mi espíritu nómada hasta el momento no me permite crear algo fijo físicamente por el simple hecho de sentirme cómodo en él. Pienso además que debemos ampliar nuestras formas de habitar nuestros territorios, no olvidando que estos territorios son los que habitan en nosotros muchas veces desde su olores, sonidos, texturas, sabores, bailes y canciones, todo se destila y está vivo dentro de nosotros. A mi me pasa eso con la selva, siento que la selva habita en mí, puede que suene un poco pretencioso pero creo que es una buena forma de entender de qué va este segundo intento de libro.

De lo que hablaré aquí es de todo aquello que me sugiere la selva, desde emociones, pensamientos y reflexiones. Después de todo este impulso será un intento de destilar todos esas formas de habitar, escuchar y sentir. Es imposible desligarse de la influencia que supone venir de una familia selvática que migró a la gran ciudad, que probablemente sea diametralmente opuesta de lo que es la selva, como bien se definían un grupo de grafiteros de Lima, DMJC (Dedos manchando la jungla de concreto). Pensar Lima como una jungla de concreto me hace mucho sentido, en el intento de encontrar asociaciones que he podido vivir en los diferentes territorios y mundos que habitó, desde el diseño, lo sonoro, tecnología, innovación y el emprendimiento.

Índice

1. Nací en Lima, pero soy de la selva.
2. Tres días para llegar a la selva, Tío Rister, el eco en el valle.
3. La historia del muertito, Tio Jaminton.
4. Comerse una chicharra, Tio Lichard
5. La peleita, tio max.
6. Vivir trepado en el arbol.
7. Rambo, asaltos en medio de la selva
8. El diablo que me enseñó a escuchar las estrellas
9. El huallaga, mi madre y mi padre.
10. La uña más grande del tío Pepe.
11. En balsa a iquitos, abuelo Julio.
12. La poesia del abuelo Ashuco
13. Cuando el dinero llegó all monte, Julio
14. Irse de casa, mi madre
15. Pasión saldaña.
16. La bodega.
17. El pensamiento de diseño en la selva peruana.
18. La fascinación por el bombo baile.
19. Fiebre y moscos
20. Frutas salvajez
21. Incubadora selvática.